El fado de Luisa Rocha tiene esta serenidad. Creció en terreno firme, a lo largo de una década, con la humildad segura y consciente de quien sabe cosechar las enseñanzas de los viejos maestros y aprehendernos lucidamente sin ceder nunca a la tentación de la imitación fácil.
La intransigencia en la selección del repertorio y el respeto severo por la tradición de que es heredera son, además, otras de las cualidades que difícilmente encontramos y que encontramos en el fado de Luisa Rocha.
En él se combinan la austeridad de lo tradicional y el arrebatamiento apasionado de quien comprendió – hace mucho – la esencia de lo que canta. Esta madurez artística de Luisa Rocha se forjó, en la solidez de las enseñanzas del Rey del Fado Menor, Antonio Rocha. Bebe de la experiencia del gran escenario y continuó creciendo al revisar la figura de Ercília Costa en el cine. La madurez de Luisa es sabedora de las historias cosechadas a Fuentes Rocha en el cotidiano vivido en las casas de fado.
El fado de Luisa Rocha es también, por todo esto, brutalmente honesto. Le salen transparentes las palabras dichas. Completas y plenas de significado. Con la solidez de quien camina un camino nuevo, por la simple razón de traer consigo el más genuino encantamiento por el pasado. En este momento Luísa Rocha forma parte del elenco de una de las más prestigiosas casas de Fado de Lisboa, Pateo de Alfama.